
Miles de columpios que se oxidan, envejecen y se balancean solos al son del viento. Estos tristes columpios están acompañados, en la soledad, por algún tobogán, en medio de los patios vacíos de las viejas escuelas.
En nuestros pueblos ya no hay niños que den vida a estos columpios. Solo en cortos periodos veraniegos son visitados por los hijos de aquellos que disfrutaron de sus primeros balanceos, pero que pronto huyeron a la ciudad en busca de un futuro mejor.
Este artilugio fue ingeniado para dar servicio a los más pequeños, pero ¿Qué sentido tiene su existencia si no hay niños?
Es incomprensible que si los columpios rurales ofrecen unos balanceos de mayor calidad: paisaje, ambiente limpio, almohadillado suelo con arena y césped natural..., porqué con todo esto al final se tienen que resignar los niños a balancearse en otros de pésima calidad, mal cuidados rodeados de una baja calidad ambiental del aire e incluso con peligros para la salud física del niño.
Desde la soledad de un patio de la Zamora rural, un anónimo columpio, exige a las administraciones que le devuelvan los niños exiliados, … ¡Hagan algo!
"Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida"
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